Las serpientes invocadas por el trueno
como trenes pesados y rápidos
se desprenden de los hombros secos
casi cortando las figuras en escalinatas de luz.
Es aquella sobra absorbida por la humedad
que cuela, que enciende y se transforma
que flota entre la sabia disgregada
en alfombras de cristal.
Un sentimiento tibio emerge
de toda luz en el camino líquido
y un montón de tentáculos
que giratorios en el viento
destornillan la mirada
con sus planetas estrellados
en el objeto distante.
Es ese eterno levitar
sobre el humus pulimentado de figuras
que espera
que el círculo emerja de las pisadas
donde el cuerpo
es absorbido por cortinas de agua
tragado por el tiempo
y momificado por el silencio.